Un hilo largo atraviesa todas las escrituras, comparando la relación de Dios y Su pueblo con la relación humana del matrimonio. Estas analogías nos enseñan verdades valiosas acerca de la naturaleza de Dios y nos ayuda a conocerle en muchas maneras.
Oseas nos muestra una realidad asombrosa—Dios ve a Su pueblo como un esposo ve a su esposa: “’En aquel día—afirma el Señor— ya no me llamarás: “mi señor”; si no que me dirás: “esposo mío”. Yo te haré mi esposa para siempre’” (Os. 2:16, 19a). Piensa en la diferencia entre “esposo” y “señor.” Dios quiere que nos relacionemos con él con una obediencia alimentada por el amor y la intimidad, no por temor egoísta. Un esposo tiene ternura para con su esposa que está ausente en la relación entre amo y esclavo. ¿Cómo vemos a Dios? ¿Le vemos como a un amo o como esposo?
Dios planeó el matrimonio como una señal que apunta hacia él. Como humanos con mentes finitas, necesitamos el poder del simbolismo para lograr entendimiento. Podemos usar nuestro matrimonio para explorar a Dios. Pero si estamos consumidos en señalar las fallas de nuestro cónyuge, perderemos los misterios divinos del matrimonio y las lecciones que tiene para nosotros.
El matrimonio puede ser un lugar santo, una relación que proclama el amor de Dios al mundo. Mientras sigue casada, una pareja demuestra, aunque imperfectamente, el compromiso continuo entre Cristo y su iglesia.
La pregunta clave es esta: ¿Veremos el matrimonio desde una perspectiva centrada en Dios o centrada en el hombre?
El saber por qué estamos casados y debemos permanecer casados es crucial. Con una perspectiva antropocéntrica, nos quedaremos en el matrimonio sólo si nuestras comodidades terrenales, deseos, y expectativas son cumplidos. Desde una perspectiva centrada en Dios, preservaremos nuestros matrimonios porque traen gloria a Dios y apuntan a un Creador reconciliador.
Más que ver el matrimonio como fuente de confort mutuo, lo debemos ver como un retrato de la relación divina entre Dios y Su pueblo. Pablo hace esta analogía explícita en Ef. 5:25-27.
25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,
27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
De hecho, ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento usan el matrimonio como una analogía central—la unión entre Dios e Israel y la unión entre Cristo y la iglesia, respectivamente. Entender profundamente estas analogías es crucial, porque nos ayudan a captar el fundamento sobre el cual está basado un matrimonio Cristiano. Si creo que el propósito principal del matrimonio es el de modelar el amor de Dios para con Su iglesia, entraré en esta relación matrimonial con una motivación completamente nueva.
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